Santa Teresita

APUNTES ACERCA DE NUESTRA PATRONA:

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS

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  • Su vida
  • Sus intereses

Santa Teresita del Niño Jesús, nació el 2 de enero de 1873 en un pueblo llamado Alencon, en la provincia de Normandía (que está al noroccidente de Francia, junto al mar, frente a Inglaterra). La madre Inés (o sea su hermana Paulina) prometió a su hermana moribunda que publicarían sus cuadernos autobiográficos; así, un año exactamente después de la muerte de la Santa, apareció el 30 de Septiembre de 1898, el Libro “HISTORIA DE UN ALMA”- Cuando alguien lo lee – esta lectura le conmueve profundamente y hasta le transforma. Otro de sus libros fue “ÚLTIMAS CONVERSACIONES”. Teresita dejó escrito en su cuaderno de autobiografía: -“ESTAS PÁGINAS QUIZÁS NUNCA SE LEERÁN EN LA TIERRA”- ; sin embargo ha sucedido todo lo contrario. Sus escritos han sido publicados en más de cien países y en los más diversos idiomas. Cuando –Pio XII – leyó “La Historia de un Alma”, exclamó: “Ésta es la Santa más grande de los tiempos modernos”. SOÑADORA Y MEDITABUNDA. (Ella refería). “Mi sitio preferido era el jardín”. Me encantaban las flores y la belleza de la naturaleza. Cuando salía a pescar con mi padre, lo que me interesaba no era la pesca. Era quedarme observando la hermosura de la naturaleza. ¿Cómo será el que la creó? ¿Si así de bello es este mundo, cómo será el cielo?…Y sin darme cuenta ya estaba haciendo oración, alabando a Dios. Su vida en familia: Teresa era la última de cinco hermanas – había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido – Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración». Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor.

Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez. Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.

Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él». Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el corazón». En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre». A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.

A los 17 y 18 años, mi lectura preferida eran los escritos de San Juan de la Cruz. Pero más tarde todos los escritos me dejaban en aridez, y todavía estoy en ese estado. Si abro un libro escrito por un autor espiritual, (aunque sea el más hermoso y el más conmovedor) siento que el corazón como que se me enfría y leo sin poder comprender, o si logro comprender no logro meditar. Afortunadamente hay dos libros que si me siguen conmoviendo siempre: La Sagrada Escritura y la Imitación de Cristo. Y de la Sagrada Escritura lo que más me impresiona y me conmueve siempre son los cuatro evangelios. Esta lectura y esta meditación me animan durante mi oración. En el evangelio encuentro todo lo que necesita mi pobre alma. Cada vez que voy descubriendo en la lectura del evangelio nuevas luces, significados escondidos y misteriosos. El 8 de Septiembre de 1890, a la edad de 17 años, profesé como Religiosa Carmelita con el nombre de Teresa del Niño Jesús, y ese día escribí: “QUIERO HACER DE MI EXISTENCIA UN SACRIFICIO CONTINUO POR AMOR A NUESTRO” Teresa del Niño Jes “JESÚS Y MARÍA FUERON MIS DOS GRANDES AMORES”…Un día de Navidad, cuando tenía 14 años, sentí que Jesús me invitaba a consagrarme totalmente a Él, y dedicar mi vida a amar a Dios y a salvar las almas. Yo crecí como una pequeña flor y bendigo a Dios por haberme dado un padre bondadoso, comprensivo, piadoso y muy amable.

DISTRACCIONES A MONTÓN: Para poder escribir e inspirarme mejor, necesitaría estar según la frase del salmo: ”como pájaro sin pareja en el tejado”(salmo102,7) y esto lo logro muy pocas veces. Cuando voy a tomar la pluma para escribir, de pronto una hermana se me acerca con el rastrillo al hombro y para tratar de distraerme me charla del pasto, de los patos, de las gallinas, de la visita del médico: todo esto sale a relucir. No es muy largo lo que dice cada una pero son muchas las que llegan a hacerme la charla. La hermana encargada de cortar el pasto, deposita flores sobre mis rodillas, pensando inspirarme ideas poéticas para que escriba mejor, pero yo coma, que no las estaba deseando, prefería más bien que a esas flores las hubieran dejado balanceándose sobre sus tallos. Por fin, cansada de abrir y cerrar este famoso cuaderno, abro un libro que no se quiere quedar abierto y cuando me vienen a charlar les digo resueltamente que estoy copiando pensamientos del Evangelio y de los salmos, lo cual es cierto, pues trato de conseguir muchas citas de la Sagrada Escritura. Quizás no logro escribir a veces ni diez renglones sin que vengan a distraerme. Esto no me invita a reír ni a divertirme, sin embargo, por amor a Dios y a mis hermanas (que se esmeran por ser tan caritativas conmigo) me esfuerzo por aparecer contenta y sobre todo por estarlo de verdad. Por ejemplo una que está trabajando amontonando pasto para el invierno me dice compasiva: “Pobre hermanita debe cansarse de estar escribiendo así todo el día”. “Quédese tranquila”,-le respondo- parece que escribo mucho pero en realidad no escribo casi nada”. “Tanto mejor,-me dice muy tranquilizada- de todos modos estoy muy contenta de que estemos en la época de recoger el pasto, porque así me distrae un poco”. Y en efecto, mis distracciones son tan seguidas (sin contar las visitas de las enfermeras) que no miento al decir que es muy poco y casi nada lo que logro escribir cada día… “AFORTUNADAMENTE NO ME DESANIMO NI ME DESCORAZONO CON FACILIDAD” MI DISTRACCIÓN FAVORITA Mi distracción favorita era leer. Me encantaban sobre todo, las narraciones emocionantes. Un personaje que admiraba mucho era Santa Juana de Arco, aquella valiente jovencita que como heroica militar salió d defender a la patria y a expulsar a los invasores y murió mártir en la hoguera, y pensaba que yo también podía hacer mucho por la Santa Iglesia pero que no sería una heroína gloriosa y famosa como Juana, sino una personita sencilla que llegaría a la santidad, pero escondida e ignorada por todos.

Nelly Collazos